Esta tarde he asistido a una conferencia sobre pena de muerte en Amnistía Internacional. No he podido quedarme a toda la charla, así que me he tenido que contentar con escuchar el caso de un preso del corredor de la muerte en Japón. El caso del granjero Okunishi insulta de tal modo al sentido común que parece un relato exagerado intencionadamente.
Es una pena no haber podido escuchar al abogado de Binyam Mohamed. Su caso pone los pelos de punto al leerlo en la web de la ONG. Puede ser que me haya expresado con demasiada efusividad, es necesario conocer este tipo de casos para poder observar como el ego de unos despreciables dirigentes han destruido la vida de personas gratuitamente. Inocentes o culpables, lo que está claro es que los frívolos causantes únicamente pisaran un juzgado para enseñarnos descaradamente el dedo corazón.
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